Origen y migración de las comunidades negras, afrodescendientes, raizales y palenqueras en el departamento del Caquetá
El departamento del Caquetá, ubicado en la región amazónica de Colombia, es un territorio que históricamente se ha caracterizado por su riqueza cultural, social y étnica. En este contexto, las comunidades afrodescendientes han desempeñado un papel fundamental en la construcción de la diversidad del departamento, a pesar de que su presencia no siempre ha sido ampliamente reconocida.
Raíces históricas de la presencia afrodescendiente en Caquetá
La presencia afrodescendiente en el Caquetá tiene sus raíces en los procesos históricos de colonización que llevaron a personas africanas esclavizadas a diferentes regiones del país. Aunque originalmente fueron forzadas a trabajar en la región del Pacífico, con el tiempo muchas comunidades afrodescendientes migraron hacia otras áreas, incluidas las tierras selváticas y rurales del Caquetá.
A pesar de que la región del Pacífico colombiano (Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño) concentra la mayor parte de la población afrodescendiente del país, el Caquetá alberga una comunidad significativa que alcanza el 3,5% del total de la población caqueteña, especialmente en áreas rurales. Estas comunidades han influido en la construcción de la identidad regional del departamento, dejando una huella cultural que, aunque enfrenta retos de reconocimiento y acceso a derechos, continúa fortaleciéndose.
Factores que impulsaron la migración
El movimiento de comunidades afrodescendientes hacia el Caquetá se ha dado principalmente por varias razones, entre ellas: la búsqueda de tierras fértiles para la agricultura y la minería artesanal o barequeo, la búsqueda de mejores oportunidades laborales y el desplazamiento forzado por la violencia del conflicto armado.
1. Búsqueda de tierras fértiles
La fertilidad del suelo del Caquetá, en contraste con las limitaciones geográficas y económicas de algunas áreas del Pacífico colombiano, motivó a muchas familias afrodescendientes a migrar.
Por ejemplo, Ángel Antonio Aragonés, nacido en Florencia, Caquetá, relata cómo su abuelo, Juan de la Cruz Cortés, migró desde Barbacoas, Nariño, en 1954 en busca de mejores condiciones de vida. En su tierra natal, la minería era la principal actividad económica, pero las condiciones no permitían desarrollar la agricultura. Su familia viajó por varias regiones, incluyendo Putumayo y el río Caquetá, hasta asentarse en Curillo, donde comenzaron a cultivar productos como yuca y plátano.
De manera similar, Pedro Quiñonez, también originario de Barbacoas, llegó al Caquetá siendo un bebé. Su familia buscaba tierras más productivas para trabajar y se asentó en Puerto Limón, una zona fértil entre Putumayo y Caquetá.
Don Roque Bercelino Quiñones Angulo, originario de Magüí Payán (Nariño), llegó al Caquetá en la década de 1950, destacándose como un líder social y comunitario en las localidades afrodescendientes de Bututo, Palizada y San Roque. Su vida estuvo marcada por un profundo compromiso con su comunidad, al que contribuyó no solo con liderazgo, sino también con conocimientos ancestrales y una pasión por preservar las tradiciones culturales.
Don Roque era reconocido por sus saberes en medicina tradicional. Día a día atendía a personas que llegaban desde lugares lejanos buscando alivio para sus dolencias, aplicando rezos y oraciones que conectaban lo espiritual con lo físico. Su capacidad para sanar trascendió lo práctico, convirtiéndose en un símbolo de esperanza y bienestar para quienes acudían a él.
Fomentaba la colaboración colectiva en las labores agrícolas. Convocaba a hombres, mujeres y niños para actividades como desgranar maíz o trillar arroz, las cuales se transformaban en auténticos eventos comunitarios. Estas jornadas, animadas con música, cantos, cuentos y una abundante comida compartida, fortalecían los lazos entre vecinos, creando un espíritu de unidad y pertenencia.
Don Roque enfrentó problemas de salud desde joven, los cuales, al no ser tratados médicamente, se agravaron con los años. Falleció a los 46 años, dejando un vacío profundo en su comunidad. Siguiendo su voluntad, fue enterrado en el cementerio indígena Buesaquillo de Angosturas, como muestra de la estrecha amistad y respeto mutuo que lo unían a la comunidad indígena local.
Su muerte fue despedida con rituales tradicionales de pasiones y alabaos, reflejo de las prácticas culturales que él mismo promovió durante su vida. A través de estas ceremonias, sus familiares y amigos celebraron su legado y reafirmaron su impacto en la comunidad.
El legado de Don Roque Quiñones permanece vivo en las prácticas comunitarias y en la memoria colectiva. Como afirman los habitantes afrodescendientes de la región: "El río y nosotros aún lloramos la muerte de Don Roque." Su influencia sigue siendo un faro de identidad, unidad y fortaleza para las generaciones actuales y futuras del Caquetá.
2. Búsqueda de mejores oportunidades laborales
El empleo en el sector educativo fue otro factor clave en la migración afrodescendiente. Carlos Hernán Hurtado, proveniente de Quibdó, Chocó, llegó al Caquetá cuando su madre, docente, emigró con la esperanza de encontrar mejores oportunidades laborales.
Sol María Parra Pino, también oriunda de Quibdó, migró en 1978 debido a la alta competencia laboral en su lugar de origen. A sus 18 años, se estableció en el Caquetá, donde comenzó a trabajar como docente en zonas rurales y luego en Florencia. A pesar de extrañar su tierra natal, la cálida acogida de la comunidad facilitó su integración y adaptación.
El entonces Secretario de Educación, Robespierre Rodríguez Ribón, promovió importantes alianzas educativas con la Normal Superior Manuel Cañizales y la Escuela Normal Superior de Varones de Quibdó. Estas iniciativas facilitaron un flujo migratorio de jóvenes educadores y educadoras afrodescendientes hacia el Caquetá, quienes no solo fortalecieron el sistema educativo en la región, sino que también contribuyeron significativamente al desarrollo social y cultural. Con el tiempo, muchos de estos docentes establecieron sus familias en el departamento, dejando un legado de conocimiento, valores y formación que impactó positivamente a varias generaciones de caqueteños.
3. Desplazamiento forzado por el conflicto armado
El conflicto armado colombiano ha sido una de las principales causas de desplazamiento de comunidades afrodescendientes hacia el Caquetá.
Carolina Quiñonez, nacida en Caquetá, cuenta cómo su padre y abuelo llegaron desplazados desde el Pacífico, afectados por la violencia. Este proceso migratorio marcó su vida, pues creció en un entorno mestizo en el que le resultó difícil identificarse hasta que años después logró reconectar con sus raíces afrodescendientes.
De manera similar, Yuber Torres relata cómo su familia migró desde el Chocó y el Valle del Cauca en 1996 huyendo de la violencia. Su padre se asentó en Doncello, Caquetá, donde logró conseguir tierras para trabajar. Sin embargo, la violencia también alcanzó al Caquetá, generando desafíos adicionales para su familia.
Otra historia significativa es la de Alfredo Díaz, oriundo de Pradera, Valle del Cauca. Inicialmente planeaba emigrar a Estados Unidos, pero al no tener libreta militar, fue reclutado por el Ejército Nacional y trasladado al Caquetá, donde decidió quedarse tras completar su servicio militar.
El corpulento Genaro Granja, un emblemático personaje proveniente de Buenaventura, Valle del Cauca, llegó al Caquetá con su impecable traje blanco y una bicicleta UMBRO de fabricación alemana. Con el tiempo, se convirtió en un reconocido entrenador de boxeo, organizando destacadas veladas en Florencia y otros municipios. Además, llevó a sus pupilos a competir en torneos nacionales, dejando una huella imborrable en el deporte de la región.
La familia Balanta Vega tiene su origen en el departamento del Cauca. Tras enfrentar amenazas que pusieron en peligro a sus integrantes, decidieron trasladarse al municipio de Puerto Rico, en el Caquetá. Allí, debido a su fuerte vocación campesina, se asentaron en el sector de Río Negro, donde han logrado preservar sus tradiciones y fortalecer sus raíces culturales.
Con una clara orientación hacia el trabajo colectivo, adoptaron modelos asociativos que les han permitido no solo resistir las adversidades, sino también consolidar su organización comunitaria. A través de estas prácticas, la familia Balanta Vega ha mantenido vivas sus costumbres ancestrales, contribuyendo al enriquecimiento cultural y social de la región. Su arraigo y resiliencia son un ejemplo de la fortaleza y el espíritu de las comunidades afrodescendientes que luchan por preservar su identidad en nuevos territorios.
Preservación cultural: las semillas del pasado
Un acto simbólico y significativo en el proceso migratorio fue el traslado de semillas desde los territorios de origen. Estas semillas, que incluían plantas como el coco, el ciruelo, el sagú y el pan del norte, representaban no solo una fuente de sustento, sino también una conexión con sus raíces culturales.
Elda María Quiñonez, quien llegó al Caquetá a los 20 años, llevó consigo plantas medicinales de su tierra natal. En Curillo, cultivó estas semillas, preservando conocimientos ancestrales y fortaleciendo la identidad de su comunidad. Este gesto de llevar y sembrar semillas reflejó no solo adaptación al nuevo entorno, sino también resistencia cultural.
A pesar de los desafíos asociados a la discriminación, la violencia y las dificultades económicas, estas comunidades han logrado construir un legado en el Caquetá. La región amazónica se ha convertido en un espacio de reconfiguración, donde la memoria, la resistencia cultural y la riqueza de las tradiciones afrodescendientes continúan floreciendo, entrelazadas con la historia y el presente de este territorio.